Nada poseo, ni siquiera el tiempo que obliga a responsabilidades, pero aquí sentado niego lo que no tengo y observo mejor.
Claramente los radios del tiempo cruzan como cristales desordenados, mi cuerpo se ata a ellos y descansa. Eso permite que la realidad entre despojada y simple, eternizada en los verticales minutos del sol. Los discursos surgen naturales como frutos de otoño; sean dichos o pensados son la maquinaria en que el universo se describe fragmentado. Todo es luz y puede ser palabra, la perspectiva de la quietud embuda todo para resucitarlo a esta vida que ahora fluye inadvertida.
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